Archivo de la categoría: Geolodía 25 Ávila

Caminando entre Eónes, ampliación de la información del Geolodía de Ávila de 2025 alrededor de la Muralla de Ávila.

Eón Arcaico

Después del caos y los fuegos del Eón Hádico, la Tierra entró en una nueva etapa: el Eón Arcaico, un periodo fascinante y clave para entender cómo surgió la vida en nuestro planeta. A pesar de que el nombre “arcaico” puede sugerir algo rudimentario o primitivo, en realidad la Tierra durante este eón fue un laboratorio natural donde se dieron las primeras reacciones químicas que acabarían generando organismos vivos. Aquí empezó todo.


¿Cuándo ocurrió?

El Eón Arcaico abarca aproximadamente desde los 4.000 hasta los 2.500 millones de años atrás. Durante este largo periodo, la Tierra se fue enfriando poco a poco, comenzaron a formarse los primeros continentes estables —los llamados cratones— y, sobre todo, apareció la vida.


El origen de la vida: una sopa con potencial

Uno de los mayores enigmas de la ciencia sigue siendo cómo surgió la vida. Aunque aún no hay una respuesta definitiva, la teoría más aceptada es la llamada abiogénesis o “sopa primordial”, propuesta por el bioquímico ruso Alexander Oparín en 1924. Según esta hipótesis, las condiciones de la Tierra primitiva —atmósfera rica en gases como metano, amoníaco y vapor de agua, junto con descargas eléctricas y radiación solar— permitieron que moléculas simples como los aminoácidos y nucleótidos se formaran a partir de sustancias inorgánicas.

Estas moléculas se habrían acumulado en los océanos primitivos, donde reaccionaron entre sí, dando lugar a compuestos más complejos como proteínas y ácidos nucleicos, los ladrillos fundamentales de la vida.


Las primeras habitantes del planeta: bacterias que fabricaban oxígeno

Las primeras formas de vida que conocemos eran bacterias quimiosintéticas, similares a las actuales cianobacterias. Estas diminutas criaturas, sin núcleo definido (procariotas), no necesitaban luz solar para vivir: algunas obtenían energía directamente de reacciones químicas, mientras que otras, como las cianobacterias, desarrollaron una capacidad revolucionaria: la fotosíntesis.

Gracias a la fotosíntesis, estas bacterias empezaron a liberar oxígeno al agua, lo que cambió para siempre la química del planeta. Aunque en un principio ese oxígeno reaccionaba con minerales del entorno —como el hierro disuelto en el océano—, poco a poco fue acumulándose, iniciando una transformación a escala global.


Estromatolitos: las primeras “huellas fósiles” de vida

Uno de los testimonios más antiguos de esta vida microscópica lo encontramos en los estromatolitos, estructuras laminadas formadas por capas de microorganismos que vivían en colonias. Estas comunidades crecían en ambientes acuáticos como lagos poco profundos, atrapando sedimentos y creando verdaderos “tapices microbianos” que se fueron fosilizando con el tiempo.

Algunos estromatolitos fósiles han sido datados en 3.700 millones de años, como los encontrados en Groenlandia y Australia. Pero lo más impresionante es que los estromatolitos aún existen hoy, por ejemplo, en la Bahía Shark (Australia), lo que nos permite estudiar directamente cómo vivían estos pioneros de la vida.

Además, la fotosíntesis de las cianobacterias no solo enriquecía el agua con oxígeno, sino que también reducía el CO₂ atmosférico, favoreciendo la precipitación de carbonatos. Este proceso contribuyó a un descenso global de la temperatura, lo que podría haber desencadenado algunas de las primeras glaciaciones.


BIFs: las huellas del oxígeno en las rocas

El oxígeno liberado por las bacterias reaccionaba con el hierro presente en los océanos, formando óxidos insolubles que se depositaban en el fondo marino. Este fenómeno dio lugar a las llamadas formaciones de hierro bandeado o BIFs (por sus siglas en inglés), compuestas por capas alternas de hierro y sílice.

Estas rocas son tan abundantes que aún hoy se explotan industrialmente como fuente de hierro. Su presencia en distintas partes del mundo, especialmente en el norte de América, es una prueba directa del impacto que tuvo la actividad biológica sobre la química planetaria en el Arcaico.


Empieza el motor de la Tierra: el nacimiento de la tectónica

Durante buena parte del Hádico, la Tierra tenía una corteza delgada, inestable, que se movía verticalmente, sin placas como las que conocemos hoy. Sin embargo, hacia el final del Arcaico, entre 3.000 y 2.500 millones de años, comenzaron a formarse las primeras dorsales oceánicas y zonas de subducción, dando lugar al principio de la tectónica de placas.

Esto fue posible porque el planeta empezó a enfriarse lo suficiente como para que la corteza se fragmentara. Las diferencias en composición y densidad provocaron que partes de la corteza se hundieran en el manto, lo que generó una dinámica interna más compleja. A partir de entonces, la Tierra se convirtió en un planeta geológicamente activo, con movimientos horizontales que, millones de años más tarde, permitirían la formación de continentes, montañas y océanos tal como los conocemos.


Una revolución silenciosa

El Eón Arcaico fue una época silenciosa —sin animales, sin plantas, sin oxígeno libre en la atmósfera—, pero de una importancia colosal. La vida comenzó a abrirse camino, el oxígeno empezó a cambiar el ambiente, y el planeta adquirió las bases geológicas que permitirían su evolución futura.

Cuando este eón terminó, la Tierra estaba lista para algo grande: la Gran Oxidación y el surgimiento de formas de vida más complejas. Pero esa es ya otra historia…


¿Te ha sorprendido lo que ocurrió durante el Arcaico? ¿Sabías que la vida pudo haber comenzado en fumarolas hidrotermales en el fondo del océano? Sigue explorando nuestro blog para descubrir la apasionante historia de nuestro planeta, capítulo a capítulo.

Eón Hádico

El eón Hádico marca el comienzo de la historia de nuestro planeta.

Su nombre hace referencia al Hades, el Dios griego del inframundo, y no es casual: la Tierra era un lugar inhóspito, con una superficie incandescente y azotada por impactos continuos.

Cuando hablamos del origen de la Tierra, es fácil imaginar una bola incandescente en el espacio, girando entre restos de rocas y polvo cósmico. Pero la realidad fue incluso más impactante. Te damos la bienvenida al Eón Hádico, una etapa primitiva y violenta de la historia de nuestro planeta que sentó las bases para la vida tal y como la conocemos.

¿Cuándo ocurrió?

El Eón Hádico abarca desde la formación de la Tierra, hace unos 4.600 millones de años, hasta aproximadamente los 4.000 millones de años. No existen rocas terrestres completas de este periodo, pero gracias al estudio de minerales antiguos y meteoritos, la ciencia ha reconstruido algunos de sus episodios clave.


La Tierra se forma: el nacimiento de un planeta

La Tierra surgió por un proceso llamado acreción, en el que pequeñas rocas y polvo del disco protoplanetario que rodeaba al Sol comenzaron a unirse, formando cuerpos cada vez mayores. Estos planetesimales colisionaban entre sí, liberando calor y energía, hasta dar lugar a un planeta embrionario. Se cree que este proceso concluyó hace unos 4.550 millones de años, según estudios realizados con técnicas de datación radiométrica, como la del uranio-plomo.

Las pistas sobre esta formación provienen de los meteoritos más antiguos conocidos, que contienen cóndrulos: pequeñas esferas minerales que se formaron al inicio del Sistema Solar. Algunas de ellas han sido datadas en 5.568 millones de años, lo que nos da una referencia sobre la antigüedad de los materiales que dieron origen a la Tierra.


El gran impacto: el nacimiento de la Luna

Poco después de su formación, la joven Tierra vivió uno de los eventos más dramáticos de su historia: una colisión frontal con un embrión planetario del tamaño de Marte, al que llamamos Theia. Este gigantesco impacto, ocurrido hace unos 4.460 millones de años, fue tan violento que expulsó enormes cantidades de material al espacio.

De esos escombros surgió nuestra Luna, que se formó poco después del choque. Además, esta colisión inclinó el eje de rotación de la Tierra, lo que hace posible algo tan cotidiano —y vital para los ecosistemas— como las estaciones del año.

Curiosamente, algunas pistas sobre este evento las encontramos en las rocas lunares traídas por las misiones del programa Apolo. En ellas, los científicos han hallado circón, un mineral muy resistente, que permite reconstruir la cronología de estos antiguos acontecimientos gracias al estudio de sus isótopos.


Primeros océanos: el agua llega a la Tierra

A pesar de las condiciones infernales del Hádico, también ocurrieron procesos más serenos y prometedores. Uno de los hitos más importantes fue la aparición del agua líquida en la superficie terrestre.

Un circón hallado en unas rocas de Australia indica la presencia de un océano hace al menos 4.300 millones de años. Esto sugiere que, en medio del caos, la Tierra ya comenzaba a tener zonas estables con temperaturas por debajo del punto crítico del agua, permitiendo su acumulación en forma líquida.

Pero ¿de dónde vino esa agua? Todo apunta a que fue traída por asteroides ricos en compuestos volátiles, especialmente desde la llamada línea de nieve en el Sistema Solar exterior. Los meteoritos conocidos como condritas carbonáceas contienen agua con una firma isotópica idéntica a la de nuestros océanos, lo que refuerza esta teoría.


Un infierno de impactos: el Gran Bombardeo

Por si fuera poco, entre los 4.000 y 3.900 millones de años, la Tierra (y el resto del Sistema Solar) atravesó un periodo de intensos impactos conocido como el Gran Bombardeo Tardío. Se piensa que fue provocado por la migración de los grandes planetas gaseosos, como Júpiter y Saturno, que desestabilizaron el cinturón de asteroides.

Durante este periodo, la superficie terrestre fue golpeada por cuerpos de hasta cientos de kilómetros de diámetro. Algunos impactos debieron evaporar parte de los océanos, generando un entorno extremadamente hostil. Sin embargo, otros pudieron aportar agua adicional y moléculas orgánicas esenciales para el surgimiento de la vida.

Este bombardeo también dejó su huella en la Luna. En muchas de las rocas recogidas por las misiones Apolo se han hallado vidrios de impacto que datan de esta época, lo que nos permite inferir que algo similar ocurrió en la Tierra.


Un final que es un comienzo

Aunque el Eón Hádico se caracteriza por su violencia extrema —impactos, calor, volcanismo—, también fue una etapa de enormes avances: se formaron la Tierra y la Luna, llegaron los primeros océanos y posiblemente los ingredientes fundamentales para la vida.

Poco después, la Tierra comenzaría a estabilizarse, y con ello, se abriría paso el Eón Arcaico, donde surgirán los primeros indicios de vida.

¿Te gustaría seguir descubriendo la historia de la Tierra como si fuera una novela épica? ¡Sigue explorando nuestro blog!