Volvemos a la actividad geodivulgadora retomando la ruta que nos quedó pendiente en los dos pasados Geolodías (2020 y 2021). Será el próximo domingo 24 de octubre en Candeleda, Ávila.
En este caso lo llamamos Geocharlas, pero la dinámica de la actividad será la misma:
Actividad gratuita y para todos los públicos.
No requiere de inscripción previa. No hay plazas limitadas, aunque es posible que tengamos que organizar grupos en el lugar de inicio por cuestiones logísticas y de prevención (todavía tenemos la Covid-19 rondando). No te preocupes, no tendrás que esperar demasiado.
Ruta autoguiada. Sigue la ruta indicada y en el camino encontrarás paradas geológicas en las que profesionales de la geología te explicarán qué puedes ver en el paisaje más allá de lo evidente.
Debido a las circunstancias que todo el mundo conoce, desde la organización del Geolodía de Ávila hemos tomado la decisión de posponer la excursión prevista para el próximo 9 de mayo en Candeleda con motivo del Geolodía 21.
Creemos que no se dan las condiciones idóneas para realizar la actividad cuando y como estaba prevista, ya que aún habrá estado de alarma. Y eso conlleva restricción de asistentes (y monitores), cambio de logística para crear grupos reducidos, medidas de seguridad…
Y lo que de verdad nos gusta del Geolodía es pasarlo bien en el campo, llegar al mayor número de personas posible, disfrutar de vuestra compañía ☺️.
Así que… No se hace el domingo 9, pero tenemos la intención de retomarla, si es posible, en septiembre u octubre. Con las mismas condiciones: gratuita, sin inscripción, etc.
¿Te interesa la actividad, aunque sea en otra fecha?
Si quieres recibir información sobre la excursión, cuando sea posible realizarla, déjanos tus datos y te informaremos puntualmente de los avances 🌍.
Y si quieres hacerte una idea de en qué consistirá la excursión, no te pierdas el vídeo que hicimos para el Geolodía 20 sobre el abanico aluvial de Candeleda.
He ahí el dilema que todavía tenemos los equipos organizadores de este Geolodía21. ¿Podremos celebrar la fiesta de la geología en el campo, como nos gusta y como mejor sabemos?
Aún es pronto para hacer predicciones, pero desde Geología desde Ávila nos estamos preparando a conciencia para «asaltar» Candeleda con nuestro equipo geológico.
La actividad que planteamos para este año es la misma que anunciamos para la edición pasada y que no pudimos realizar: La montaña vaciada. El abanico aluvial de Candeleda.
¡Muy pronto más detalles!
Te dejamos el vídeo que hicimos para el Geolodía en casa 2020 como aperitivo:
Más información sobre todas las actividades de Geolodía 2021 en geolodia.es.
Las turberas son humedales ácidos en los cuales se produce la acumulación de materia orgánica como turba.
La turba es un material de color pardo oscuro, aspecto terroso y poco peso, constituido por restos vegetales en estado de descomposición que se utiliza fundamentalmente como combustible y como abono orgánico.
Musgo Sphagnum sp. presente en las turberas
Las turberas son en realidad pequeñas cuencas lacustres de origen glaciar en las que la velocidad de acumulación de la materia orgánica es mayor que la velocidad de descomposición de la misma.
Este proceso condiciona que el agua que vierte en las lagunas no entre en contacto con la materia orgánica y de forma progresiva se produce una reducción en la concentración de oxígeno, dando lugar a zonas en las que se produce la descomposición de la materia orgánica por parte de bacterias anaeróbicas. Este proceso de anoxia produce una reducción importante de los nutrientes en la turbera, que es aprovechado fundamentalmente por los musgos del género Sphagnum sp., que proliferan en aguas pobres en nutrientes frente a otros organismos.
El polen: un registro de la evolución del clima y la vegetación
Desde la antigüedad, las turberas han servido como combustible (de hecho forman parte de la clasificación de los carbones; turba<lignito<hulla<antracita) y para fertilizar campos de cultivo.
Pero además, en los últimos tiempos, se ha comprobado la eficacia de este tipo de ambientes como guardianes del registro palinológico, es decir, del polen y esporas provenientes de distintas plantas y hongos. El estudio de este tipo de registros ha permitido en el caso de los castros vetones, y en particular del castro de Ulaca, hacer una aproximación a la evolución paleoclimática y de la vegetación de la zona en relación a sus pobladores. Los registros de sedimentos encontrados en vasijas y otros restos arqueológicos recuperados de los castros vetones han permitido analizar la evolución de los terrenos en que habitaron dichos pueblos, gracias también a la datación por carbono-14.
Los pueblos vetones emprendieron durante la Segunda Edad del Hierro (s. VI a I a.C.) un extenso proceso de explotación del paisaje que dio lugar, tras la deforestación continuada, a la generación de nuevas zonas de pastos y tierras de cultivo (Sáez, J.A.L., Merino, L.L., & Díaz, S.P., 2008).
Este registro se puede observar por la reducción de los pólenes de especies como la encina, el roble melojo y el fresno y el aumento progresivo de la presencia de algunos palinomorfos de carácter antrópico (condicionados por la presencia humana) como Cichorioideae y Cardueae, que explican la antropización del paisaje (la transformación que ejerce el ser humano sobre el medio).
¿SABÍAS QUE…? La aparición de algunas esporas de hongos coprófilos (aquellos que tienen afinidad por los excrementos animales) indica no solo que los vetones eran un pueblo con amplia dedicación ganadera, sino que además convivían con el ganado in situ.
Para las sociedades humanas antiguas la captación de recursos siempre fue de vital importancia. El agua era un elemento esencial, por lo que muchos de estos pueblos se asentaban cerca de ríos y otras fuentes de agua. Incluso hoy en día gran parte de nuestras ciudades se encuentran próximas a un río.
En Ulaca los ríos se hallan relativamente alejados del núcleo del castro. Pero todavía hoy existen manantiales en la parte más alta del cerro, dentro de lo que fue el recinto amurallado de la antigua ciudad vetona. Esos manantiales constituyeron muy probablemente uno de los recursos hídricos que aprovechaban sus ciudadanos de manera cotidiana.
¿Pero cómo llega el agua hasta lo más alto de un cerro granítico? ¿Cómo mana ese agua a través de una roca como el granito?
Los acuíferos en la roca granítica
En hidrogeología se entiende que un acuífero es aquella formación geológica que permite la circulación de agua por sus poros o grietas, de forma que se pueda aprovechar para su uso.
Al observar una muestra de granito de cerca veremos que no son rocas porosas y por tanto no permiten la circulación de agua. Sin embargo, en los diversos afloramientos de granito en el entorno del castro se pueden apreciar fracturas o diaclasas con diferentes orientaciones. Estas diaclasas configuran lo que se denomina porosidad secundaria al constituir una red tridimensional compleja e interconectada y que sí permite la circulación del agua aunque sea de forma lenta.
Para expresar la productividad hídrica en hidrología subterránea utilizamos el parámetro permeabilidad, que alude a la cantidad de interconexión entre los poros y/o fracturas y por tanto a la capacidad de que el agua pueda fluir mejor o peor a través de ellos.
Por todo ello, se dice que los granitos presentan una permeabilidad entre media y baja en función del grado de fracturación y en comparación con la permeabilidad de otras formaciones rocosas (Figura 1).
Figura 1. Esquema tridimensional de una formación rocosa granítica fisurada y detalle de un perfil típico con desarrollo de sedimentos de porosidad intergranular. (Modificado de Molinero, J. 2005).
Una red de fracturas y un sistema de vasos comunicantes
Si se observa la foto aérea del entorno del castro, se aprecian claramente direcciones de fracturación preferentes (Figura 2).
Figura 2. Familias de fracturas en los granitos, una en verde con dirección NNW-SSE y otra en naranja ENE-WSW. Canteras en la zona Sur del castro de Ulaca.
Esta red tridimensional interconectada funciona como un sistema de vasos comunicantes, de forma que el agua que llega a las zonas de recarga (las cumbres más altas en la Sierra de la Paramera) empuja por gravedad y hace ascender el agua en otros puntos más alejados, como el cerro de Ulaca.
Cuando hay una intersección entre la superficie del relieve y la superficie piezométrica del acuífero (superficie que une los puntos donde el agua se encuentra a la misma presión en el subsuelo) se produce una surgencia de agua que forma un manantial.
Además, la existencia de varias turberas en el castro de Ulaca (Figura 3) indica que el nivel freático (superficie que une los puntos donde encontramos agua en el subsuelo, independientemente de la presión) en el acuífero granítico está cercano a la superficie.
Figura 3. Turbera en la zona alta del castro de Ulaca cerca de las ruinas del edificio denominado «El Torreón».
La «domesticación» del agua en las culturas antiguas
En el yacimiento vetón de Ulaca no hay pruebas de obras hidráulicas realizadas por sus antiguos moradores, por lo que el aprovechamiento del agua debía realizarse directamente por captación de los manantiales de la zona.
Es muy probable que el manantial presente en la zona alta del castro, junto a las ruinas del edificio conocido como «El Torreón», estuviera ya activo, siendo la situación de este edificio estratégica para la «domesticación» de los recursos hídricos.
¿Sabías que…?
La Cultura de las Motillas, anterior a Ulaca, fortificó sus pozos de más de una decena de metros de profundidad con fuertes murallas y torres de vigilancia en torno a ellos. Esta importante defensa del recurso hídrico coincide en parte con episodios climáticos muy secos y es el reflejo de algunos de los primeros aprovechamientos del nivel freático en la Península.
La Motilla del Azuer, en Daimiel, es el yacimiento más representativo de la Edad del Bronce en La Mancha.
Los geólogos somos naturalistas y nuestro trabajo consiste en reconstruir la historia de la Tierra y explorar los recursos que nos ofrece. Para ello estudiamos tanto el registro geológico como las huellas que la erosión y la tectónica imprimen en el paisaje. Los geólogos somos, en definitiva, contadores de historias; relatos que tratan sobre cómo era la naturaleza en el pasado y cómo se comporta en la actualidad.
Un recurso natural es todo aquel bien material (agua, rocas, suelo) y servicio (cobijo, transporte) que proporciona la naturaleza y contribuye tanto a la supervivencia como al desarrollo de una sociedad. La naturaleza se transforma en recurso por medio de una valoración cultural o económica que realiza una comunidad. Así, por ejemplo, hoy consideramos que un paisaje puede ser un recurso natural cuando este posee valores educativos o estéticos que atraen el turismo y potencian la economía de una región.
El valor del paisaje en la antigüedad
Pero, ¿qué valor podía tener un paisaje similar en la antigüedad? Los paisajes ofrecen puntos de referencia que permiten establecer vínculos entre las comunidades humanas, el entorno natural que habitan y el cosmos.
La observación de la salida y puesta del Sol, la Luna o las estrellas más brillantes respecto a puntos de referencia en el horizonte (montañas, rocas, valles, oquedades), permitieron a las sociedades antiguas establecer calendarios con los que ajustar la explotación de los recursos naturales del entorno a los ciclos biológicos vinculados a las estaciones.
Hasta no hace mucho tiempo nuestros hábitos alimenticios estaban condicionados por la reproducción o migración de ciertos animales, la floración de plantas comestibles y la cantidad de agua disponible en ríos y manantiales. La explotación de los recursos energéticos dependían de las oscilaciones en la temperatura ambiental, la existencia de material combustible y la cantidad de horas de luz del día. El transporte terrestre, fluvial y marítimo estaba vinculado a la dirección e intensidad de los vientos, las corrientes y la temperie. Además, para viajar largas distancias era necesario aprender a orientarse según la posición de ciertas estrellas y el Sol en el horizonte.
Fue así que la posición que ocupan los astros respecto a puntos de referencia del paisaje se convirtió en un recurso natural esencial para el bienestar de los seres humanos en el pasado.
Arqueometría y arqueoastronomía
La Arqueometría es un campo interdisciplinar entre las Ciencias Naturales y las Ciencias Humanas, que tiene como objetivo desarrollar técnicas y métodos especializados para poderlos aplicar a obtener información sobre aspectos culturales, históricos o medioambientales del pasado (Maniatis 2002).
Una de estas disciplinas es la Arqueoastronomía, el campo de investigación encargado de estudiarla manera en que las sociedades de épocas pasadas se relacionaban con el cosmos, y su objetivo último es obtener datos que después serán usados para fundamentar hipótesis sobre las relaciones que las antiguas sociedades tuvieron con la bóveda celeste y con el paisaje circundante (Cerdeño et al, 2006). La recogida de estos datos requiere la participación de especialistas de diversas disciplinas: físicos, topógrafos, matemáticos, arqueólogos y geólogos, entre otros.
Arqueoastronomía en el Castro de Ulaca
En el caso del Castro de Ulaca estos estudios se han centrado en dos aspectos fundamentales:
Explorar y determinar la orientación de estructuras arquitectónicas respecto a los ortos y ocasos de astros de especial interés.
El análisis del horizonte que rodea el castro para comprobar la existencia de marcadores de algún evento astronómico.
En investigaciones similares (Mejías et al, 2015) el papel de los geólogos ha consistido en:
Aportar información sobre cómo era el horizonte del paisaje y el medio ambiente en la época en que el castro fue habitado.
Valorar el origen natural o artificial (acción antrópica) de ciertos rasgos que pueden ser de especial interés para las orientaciones (como piedras caballeras, fracturas).
Estudiar las rocas y minerales empleados en la construcción de los edificios más importantes, lo que nos dará información sobre el estado de conservación, posibles modificaciones, datación y singularidad de las edificaciones o estructuras que son motivo de estudio.
El lugar de mayor interés arqueoastronómico en Ulaca es el altar de sacrificios, por tratarse del centro social y religioso del castro (Figura 1).
Figura 1. Altar de Ulaca visto desde la piedra caballera conocida como Canto de la Mula.
El calendario que se emplea como referencia para el mundo celta, incluidos los vetones, es el encontrado en Coligny(Francia) en 1897, fechado hacia el siglo II d. C. (Cossard, 2010). Se trata de un calendario lunisolar que divide el año en dos partes:
La oscuridad, ritualizada en la festividad de Samhain, que señalaba el comienzo del año a mediados del otoño (1 de noviembre).
La luz, ritualizada en mitad de la primavera en la festividad de Beltaine (1 de mayo).
Un exhaustivo estudio realizado por Manuel Pérez Gutiérrez (2010) ha puesto de manifiesto la existencia de múltiples alineaciones de interés entre el altar y el horizonte del castro (Figura 2).
Figura 2. Orientación del altar hacia la Sierra de la Paramera.
Entre ellas caben destacar las relacionadas con los principales relieves de la Sierra de la Paramera (Figura 3 y 5) y con una piedra caballera próxima conocida como «Canto de la Mula» (Figura 4 y 5).
Figura 3. Detalle de los principales relieves de la Sierra de la Paramera. Durante el solsticio de verano, momento del año con mayor número de horas de luz, la Luna alcanza su mínima altura sobre el horizonte (apenas 5º) a su paso sobre el Risco del Sol.Figura 4. Piedra caballera conocida como Canto de la Mula vista desde el altar. El Sol se pone tras ella hacia el 10 de mayo (festividad celta de Beltaine), y la Luna hace lo mismo coincidiendo con el solsticio de invierno, el día del año con menos horas de luz.Figura 5. Principales alineaciones entre el altar de Ulaca y el paisaje circundante
En ambos casos se han hallado evidencias de alineaciones vinculadas tanto al seguimiento de las principales festividades celtas como a la observación de los solsticios de invierno y verano por parte de los habitantes de Ulaca hace más de 2.000 años.
El aprovechamiento de los recursos geológicos que nos ofrece la Tierra es una de las actividades más antiguas de la Historia del ser humano. Comienza ya en la “Edad de Piedra” (Paleolítico y Neolítico) pasando por las “Edades de los Metales” (Cobre, Bronce y Hierro) y se extiende hasta la actualidad.
La época actual está marcada por la utilización de los combustibles fósiles (carbón e hidrocarburos), la explotación del átomo y los nuevos componentes tecnológicos (silicio y grafeno) y en las últimas décadas las energías renovables.
La incorporación de estos recursos naturales a la sociedad constituye hitos tecnológicos significativos en el progreso humano.
Las primeras explotaciones sistemáticas de recursos geológicos
Uno de los primeros recursos geológicos que supuso una revolución tecnológica para el ser humano fue el sílex. Utilizado desde mucho antes, en el Neolítico ya se encuentran las primeras explotaciones mineras subterráneas con excavación de labores (pozos y galerías) de las que se tiene noticia. Algunas datan de hace aprox. 8000 años, como los yacimientos de Krzemionki Opatowskie en Polonia y Spiennes en Bélgica.
En estos y otros yacimientos se han encontrado pozos de hasta 10 metros de profundidad con galerías de varios kilómetros de longitud en niveles de creta con sílex, que cavaron con la ayuda de picos hechos con cuernos y palas de hueso.
En España, uno de los yacimientos neolíticos más importantes con este tipo de minería de sílex es el de Casa Montero, en Madrid.
Las canteras de granito de Ulaca
En Ulaca, los vetones utilizaron el granito como materia prima para construir todo tipo de edificaciones. Prueba de ello son las canteras que todavía podemos ver en el yacimiento.
Una de las canteras de granito del yacimiento vetón de Ulaca, en Villaviciosa (Solosancho), provincia de Ávila, España. Del estado de estas canteras se puede deducir que fueron abandonadas en plena explotación. Foto: Gabriel Castilla.
Esta cultura se aprovechó de las características geológicas del granito, en concreto de la existencia de diaclasas, para poder extraer bloques casi perfectos con facilidad.
Las diaclasas son un tipo de fracturas muy abundantes que no implican un desplazamiento de los bloques (al contrario que las fallas).
En Ulaca estas diaclasas se observan como planos rectilíneos que atraviesan el granito en diferentes direcciones, constituyendo planos de debilidad dentro de la masa de roca homogénea.
Ilustración de uno de los paneles explicativos de la ruta arqueológica que recorre el yacimiento. Punto 10. Las canteras.
Utilizando cuñas dispuestas en agujeros a lo largo de estas fracturas, los canteros vetones podían introducirlas paulatinamente a lo largo de las fracturas (mediante mazas u otras herramientas), forzando la rotura gradual de grandes bloques de roca de manera muy limpia a lo largo de estos planos de debilidad.
Aún quedan en Ulaca bloques prácticamente terminados y que no fueron transportados, un paisaje sugerente que nos llena de preguntas.
Bloques de granito perfectamente cortados y dispuestos para ser utilizados. Canteras del yacimiento arqueológico vetón de Ulaca. Foto: Gabriel Castilla.
¿SABÍAS QUE…?
Esta misma técnica de extracción de la piedra, con pocas variaciones,se siguió utilizando en la actividad de cantería del granito en el Sistema Central de la Península Ibérica hasta mediados del siglo XX, ¡más de 2000 años después!
Colección de herramientas de cantería reunidas y exhibidas al aire libre por un particular en Moralzarzal (Madrid).
Las formas circulares que se encuentran con frecuencia en las zonas altas de las regiones graníticas son los pilancones y pueden ser confundidos con las marmitas de gigante, aunque son estructuras que tienen orígenes distintos.
Conjunto de pilancones en la parte alta de un domo granítico.
Tal y como explicábamos en este artículo previo, las marmitas son formas de erosión asociadas a canales fluviales, con una elevada relación profundidad/anchura y fondos curvos o cónicos. Por el contrario, los pilancones suelen tener relaciones de profundidad/anchura menores y además mostrar fondos generalmente planos. De hecho, los pilancones están más cerca de parecerse a una paella (o paellera) que a un perol o marmita.
Formación inicial: irregularidades
Al contrario que en el caso de las marmitas de gigante, que hay que buscarlas en los valles, para la formación de los pilancones se necesita una superficie horizontal que esté bien expuesta a los agentes meteorológicos (los altos de los lanchares o los domos graníticos son zonas ideales), donde el agua puede quedar retenida en pequeñas irregularidades de la roca horizontal.
Irregularidades sobre una superficie horizontal del granito, suficientes para retener un poco de agua y comenzar el proceso de formación de los pilancones.
Profundización: meteorización química
Una vez retenida el agua, comienzan a actuar procesos de meteorización química que van haciendo más profunda y ancha la irregularidad. Esta situación genera un sistema de realimentación, ya que a mayor tamaño más agua es retenida y, por tanto, habrá mayor meteorización química.
En el caso de los granitos, esta meteorización afecta con mayor intensidad a las micas y feldespatos, creando así un residuo de granos de cuarzo que quedarán retenidos como sedimento en el fondodel pilancón.
Sedimento de tamaño arena retenido en el fondo de un pilancón. Este sedimento procede del mismo pilancón y es generado por los procesos de meteorización que afectan al granito.
Esta primera fase continúa hasta que se alcanza un tamaño en el que los granos de sedimento puedan moverse libremente por el fondo del pilancón incipiente, dando lugar a la aparición de los procesos de meteorización física.
Crecimiento de la estructura: meteorización física
Con ayuda de las lluvias intensas que remueven el fondo arenoso comienza un efecto de «molienda» (abrasión mecánica) que acelera el crecimiento de la estructura.
Hay que destacar también el papel de la gelifracción, ya que la congelación de la lámina de agua retenida en los pilancones produce un notable efecto de micro-roturas en las paredes que facilita la incorporación de granos de sedimento al fondo, así como el aumento del diámetro de la estructura.
Estos procesos de meteorización física justifican los fondos planos de los pilancones y el hecho de que sean generalmente más anchos que profundos, llegando a unirse unos con otros para formar geometrías muy llamativas.
Pareja de pilancones que se han unido debido a su crecimiento horizontal preferente.
Otra diferencia importante entre las marmitas de gigante y los pilancones, es que las primeras necesitan tiempos de formación muy cortos (ya que se asocian a regímenes de aguas turbulentas de mucha energía), mientras que para la formación de los pilancones los procesos son mucho más lentos y en ocasiones suelen hacer falta varios miles de años.
Como ya sabemos, en parte de la provincia de Ávila son omnipresentes los granitos, relativamente homogéneos (composición, textura, aspecto) pero cortados por fallas y diaclasas producidas por diversas causas (enfriamiento, descompresión, deformación tectónica que se resuelve en forma de actividad sísmica…).
Las fallas y diaclasas introducen heterogeneidades en el granito que facilitan el desarrollo de los procesos erosivos. Con el tiempo, estas fracturas pueden quedar muy marcadas en el paisaje, condicionando el relieve a todas las escalas.
La principal diferencia entre fallas y diaclasas es que en las primeras existe desplazamiento de los bloques a ambos lados de la fractura, mientras que en las diaclasas no.
Vista desde arriba de un dique de cuarzo cortado por una pequeña falla con dirección N40 con desplazamiento hacia la derecha.
En el entorno de Burgohondo es difícil determinar la edad de estas fallas y diaclasas ya que no hay elementos que permitan su datación. En todo caso, el inicio de su movimiento es posterior a la formación y enfriamiento de los granitos en el Paleozoico.
El patrón de fracturación es similar a todas las escalas
Estos dos tipos de fracturas se encuentran en el paisaje a todas las escalas, tanto a niveles microscópicos como a nivel de placa geológica con tamaños de cientos de kilómetros. Y, una vez que se mide la dirección que presentan las fracturas con respecto al norte y se determinan sus características, es posible observar que el patrón de distribución espacial es bastante similar.
Es fácil ver esta correlación a partir de estos ejemplos de menor a mayor escala:
Afloramientos bajo el Puente Arco, Burgohondo. Dominan las diaclasas con direcciones N40, N60 y N120.
Diaclasas en el afloramiento bajo Puente Arco con las orientaciones obtenidas.
Cabecera del río Alberche. La traza del río Alberche en el entorno de Burgohondo se produce en direcciones muy parecidas a las de algunas de las estructuras que se pueden medir en el afloramiento de Puente Arco. Incluso la cabecera del río se alinea en direcciones similares.
Trazado del Alberche en las cercanías de Burgohondo condicionado por el patrón de fracturas dominante.
Relieve del Sistema Central. A una escala aún más amplia, en el propio Sistema Central se pueden identificar direcciones similares en las heterogeneidades de la corteza terrestre (fallas principales) que han condicionado la formación de su relieve.
Modelo de elevaciones sombreado de gran parte del Sistema Central, en el que se muestra el relieve y las orientaciones de las fracturas.
Midiendo la orientación de unas diaclasas con la brújula.
Actividad sísmica actual en el Sistema Central
El Sistema Central aún presenta actividad sísmica a día de hoy (se producen pequeños terremotos), lo que nos permite deducir que las fracturas continúan produciéndose.
La actividad sísmica del Sistema Central es muy baja. El registro instrumental de la sismicidad de las últimas décadas indica que no es extraño que se produzcan terremotos de magnitud 2 o incluso 3. Los terremotos de magnitud inferior a 3 son muy difíciles de percibir por nuestros sentidos y se registran en los sismógrafos.